LAS VICTIMAS UNIVERSITARIAS DE LA ULTIMA DICTADURA MILITAR

LAS VICTIMAS UNIVERSITARIAS DE LA ULTIMA DICTADURA MILITAR

Memoria, verdad y justicia en la Universidad Nacional de San Luis

El Programa de Historia y Memoria de la Universidad Nacional de San Luis se propone entre sus objetivos específicos ser un espacio que “indague sobre diferentes aspectos de la historia” de la UNSL. Al cumplirse 42 años del Golpe de Estado ocurrido el 24 de marzo de 1976 realiza un ejercicio de la memoria sobre los docentes, estudiantes y no docente, víctimas de la última dictadura militar de Argentina (1976-1983) que formaron parte de la comunidad universitaria.

Como ocurrió en el resto de las universidades nacionales, también en San Luis, asumieron las autoridades de facto un día después de producirse el Golpe de Estado. El 25 de marzo de 1976, el vice comodoro Rodolfo Fernández se convirtió en el interventor del Rectorado y el mayor Manuel Hermida en interventor del Centro Universitario de Villa Mercedes. Fue a partir de ese mismo día que comenzó a escribirse la página más cruenta de la vida universitaria en nuestra Provincia.

El primer rector, Mauricio Amílcar López, los docentes Raimundo Dante Bodo y Luis María Früm, los estudiantes Pedro Valentín Ledesma y Santana Alcaraz, y el no docente Raúl Sebastián Cobos, son las víctimas del terrorismo de Estado y estas páginas el compromiso por memoria, verdad y justicia.

Para el relato de los hechos, se tomaron como fuentes de consulta los fundamentos de la Sentencia, los alegatos de la Fiscalía Federal de San Luis y de la parte querellante representada por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de San Luis, del 2° juicio por delitos de lesa humanidad realizado en esta Provincia entre el 5 de noviembre de 2013 y el 10 de abril de 2015.

Las víctimas del terrorismo de Estado alcanzan un número mayor en la Provincia incluso en la UNSL, por lo que es oportuno indicar que sólo se incluyen las víctimas fatales, vinculadas a la Universidad Nacional de San Luis.

Las dos primeras fueron los docentes Raimundo Dante Bodo y Luis María Früm, ambos hechos ocurrieron en la ciudad de Villa Mercedes en los meses de abril y junio de 1976. En el mes de setiembre del mismo año, los estudiantes Pedro Valentín Ledesma, Santana Alcaraz, el no docente Raúl Cobos en San Luis, y finalmente, el primer rector de la UNSL, Mauricio Amílcar López, en enero de 1977, en la ciudad de Mendoza.

En manos de un Estado asesino que llevó adelante el Golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, la UNSL perdió definitivamente a seis de sus miembros. Otros cientos sobrevivieron al horror de la persecución, de la cesantía, del exilio, de la cárcel, de los vejámenes más cruentos, del señalamiento de sus propios compañeros/as de trabajo, y luego, y aún hoy, del silencio y de la complicidad de aquellos/as que los/las denunciaron.

Los docentes asesinados por la dictadura

El 2° juicio por delitos de lesa humanidad que se realizó en San Luis, incluyó por primera vez en una causa judicial de estas características, los hechos ocurridos en la ciudad de Villa Mercedes, en los que la metodología coincide con la implementada en el resto de la Provincia. Lo particular aquí es que la mayor responsabilidad de los hechos por la participación directa en ellos, la tuvieron los miembros de la V Brigada Aérea, los aeronáuticos, que no habían sido juzgados con anterioridad.

La ciudad de Villa Mercedes, era por aquellos años y continúa siéndolo, la segunda ciudad de la Provincia y la acción represiva la llevó a cabo la fuerza que ostentaba el poder en ese lugar, es decir, la Fuerza Aérea; específicamente los mandos de la V Brigada Aérea de Villa Reynolds.

La UNSL intervenida por la dictadura dejó cesantes a los docentes del Centro Universitario de Villa Mercedes: Bodo y Früm, el 19 de mayo de 1976, según consta en la Resolución 430/76 firmada por el rector interventor, vice comodoro Rodolfo Fernández y el secretario de la intervención, Dr. Andrés García Calderón. En la misma resolución, consta –entre muchas más- la cesantía de la esposa de Früm, Pilar Devoto, también trabajadora social y docente.

Al brindar testimonio en el debate oral, Pilar Devoto de Früm, manifestó al tribunal lo que significó que ambos perdieran sus puestos de trabajo; situación que se acrecentó cuando asesinaron a su marido y quedó sola con sus hijas e hijo. El único apoyo lo recibió de una amiga y compañera de Luis María, Esther Molina, quien también aportó en la causa sus conocimientos sobre Früm.

El asesinato de Raimundo Dante BODO

 Raimundo Dante Bodo, fue asesinado el día 10 de abril de 1976, a las 2:15 horas, en la puerta de su vivienda en la ciudad de Villa Mercedes, mientras intentaba huir de los asesinos corriendo por la vereda de su domicilio en instantes en que iba a ser secuestrado.

La causa de su muerte fue como consecuencia de un disparo de arma de fuego de un fusil tipo “FAL”, cuyo orificio de entrada fue por la espalda, a la altura de los omóplatos, con orificio de salida por la garganta. Ello, permite concluir que Bodo fue ejecutado mientras corría en posición semi agachado, por lo que su cuerpo quedó tendido en la calle, ensangrentado, sin recibir asistencia médica. Los vecinos del lugar, testimoniaron en la causa y en la reconstrucción de los hechos que se realizó durante el debate. Fue impactante y desgarrador oír de boca de estas personas cómo Bodo intentó aferrarse a un árbol que había en la vereda tratando de zafar de sus captores, dejando marcas en el mismo.

El abogado Raimundo Dante Bodo, “Chiche” para los amigos, era una personalidad importante en la vida de Villa Mercedes; era docente universitario, profesor de la licenciatura de Ciencias Sociales, defensor de presos políticos y gremiales; anteriormente, fue diputado provincial durante el gobierno del Dr. Arturo Frondizi, presidente del Consejo Provincial de Educación, diputado a la Convención Constituyente que reformó la Constitución Provincial en 1962, presidente del Colegio de Abogados y Procuradores de la ciudad de Villa Mercedes (1970-1971); cuando lo asesinaron era el vicepresidente del Partido Intransigente. 

El asesinato de Luis María Früm

Luis María Früm, era docente universitario y director de la Escuela de Trabajo Social de la facultad de Ingeniería y Administración, perteneciente a la Universidad Nacional de San Luis. Era licenciado en Trabajado Social, egresado del Instituto del Ministerio de Asistencia Social (Instituto Bolívar), reconocido entre sus pares por sus conocimientos científicos y como uno de los principales pensadores de la Reconceptualización del Trabajo Social Argentino.

Es otra de las víctimas del Terrorismo de Estado. Fue secuestrado en su domicilio en Villa Mercedes, el día 18 de junio de 1976 y su cuerpo fue encontrado en la laguna La Encadenada, el domingo 20 de junio de ese mismo año.

Ese día, ese domingo, celebrarían el día del Padre, por lo que sus seis hijos, horas antes del asesinato estuvieron preparando tarjetas para regalar a su padre al otro día.

La familia huyó luego del velorio a Buenos Aires, dejando todas sus pertenencias y rehaciendo sus vidas con el indescriptible dolor por lo ocurrido, sin volver a San Luis hasta que, algunos de ellos, vinieron a dar testimonio de lo ocurrido en la instrucción y luego, durante el debate.

De la investigación producida durante el 2° juicio surgieron datos interesantes sobre el asesinato del profesor universitario. El relato de dos testigos fue crucial para determinar que las personas que llegaron esa madrugada a la vivienda de Früm eran militares porque pudo verlos a través de una ventana. Así también, los detalles aportados sobre el operativo policial que se montó en Laguna de las Encadenadas aunque no existen registros del mismo en la fuerza.

Por estos dos hechos, los homicidios de Raimundo Dante Bodo y Luis María Früm, fueron condenados en el 2° juicio, a prisión perpetua Nelson Humberto Godoy e Higinio Rafael Flores.

Los hechos ocurridos en la ciudad de San Luis

Para una mayor comprensión, resulta indispensable narrar en conjunto y en contexto con otros hechos, los casos que tuvieron como víctimas a los dos alumnos Pedro Valentín Ledesma, Santana Alcaráz y al no docente Raúl Sebastián Cobos.

 El Operativo de la calle San Juan

Estos cuatro hechos que la querella APDH, representada por los abogados Norberto Foresti y Carlos Pereyra Malatini, presentó como el Operativo de la calle San Juan, fue quizá uno de los más importantes en nuestra Ciudad. El único sobreviviente es Sarmiento, puesto que Agüero falleció años después de recuperar la libertad.

El Operativo de calle San Juan, comenzó con el allanamiento ilegal en la casa de Andrónico Tomás Agüero, ubicada en la calle homónima, alrededor de las 21:00 horas del domingo 20 de setiembre. Hasta este lugar llegaría un rato después el automóvil Gordini color crema que conducía Juan Cruz Sarmiento, en compañía de Raúl Cobos y Pedro Valentín Ledesma.

El despliegue de las fuerzas de seguridad en los alrededores de la vivienda de Agüero, de acuerdo a lo relatado por testigos, fue descomunal. Esperaban la llegada del Gordini. Lo buscaban a Cobos y también a Ledesma.

 El asesinato de Raúl Sebastián Cobos

Raúl Sebastián Cobos nació en la provincia de San Juan el 14 de octubre de 1953. Era hijo de Juan Pedro Cobos y de Zaira Octavia Borbore. Al momento de su asesinato, ocurrido el 20 de setiembre de 1976, vivía en esta Ciudad, tenía 22 años, una niña de un año y su esposa Beatriz estaba embarazada. Esperaban su segundo hijo, un varón.

Cobos, llegó a San Luis, procedente de San Juan para realizar sus estudios universitarios, ingresando a la facultad de Pedagogía y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Además, trabajó como no docente en el departamento de Física hasta que por resolución 339 del 30 de abril de 1976, fue dado de baja, en los términos de la ley de Prescindibilidad 21.274. La resolución lleva la firma del rector interventor Fernández y el secretario Andrés García Calderón.

Aquel 20 de setiembre se reunió en la plaza Pringles con dos de sus amigos y compañeros de militancia, Pedro Valentín y Juan Cruz. Desde allí se dirigieron los tres en el auto que conducía Sarmiento, hasta la casa de Agüero, donde los encontró el operativo.

Nuevos testimonios aportados en el 2° juicio permitieron determinar que no hubo un enfrentamiento sino que fue una emboscada preparada por personal militar y policial, que duró escasos minutos.

La reconstrucción en el lugar de los hechos, que llevó adelante el tribunal con la presencia de estos nuevos testigos, el militar imputado Martínez y un perito balístico excluyeron las dudas y especulaciones que hasta el momento había sobre este caso.

Minutos después que el Gordini arribó a la casa de Andrónico Agüero sobre calle San Juan, Cobos estaba tirado en el suelo con el pecho destrozado por esquirlas de balas, con su maletín y otras pertenencias perfectamente ubicadas, alrededor del cuerpo casi muerto. Finalmente, fue trasladado al Policlínico de San Luis donde murió producto de las heridas.

Su cuerpo fue enterrado por su familia en el cementerio de San Juan y durante el debate se realizó la exhumación a fin de poder determinar las causas de la muerte.

La pericia a cargo de médicos forenses y peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) arrojaron luz respecto a la autopsia realizada en el Policlínico en el año 1976, de irregularidades notables, y aseguraron que Cobos recibió un golpe contundente en la cabeza con un elemento cuyas características descriptas por los especialistas coincidirían con un culatazo de FAL y que provocó la quebradura del cráneo. Esta evidencia pudo verse en una de las audiencias, en la que los profesionales del EAAF mostraron fotografías tomadas durante la autopsia (2013). Además, determinaron que recibió un corte a la altura de la garganta, por mencionar sólo algunos datos nuevos respecto de las causas de la muerte.

Retomando el relato, mientras en esta Ciudad lo detenían a Cobos, en San Juan se realizaban dos allanamientos simultáneos. Uno en casa de sus padres y el otro en la de sus suegros. Su esposa Beatriz que se encontraba en aquella provincia, al tomar conocimiento del asesinato de Raúl, huyó inmediatamente con su pequeña hija y embarazada, rumbo a Brasil donde nació su segundo hijo. Sobre esto, brindó testimonio en la causa desde Suecia, donde reside desde que tuvo que abandonar Argentina. En este periplo la acompañó Aldo Morán, militante de San Juan, quienes sin conocerse demasiado compartieron quizá el momento más desesperante de sus vidas. Aldo también contribuyó al esclarecimiento del asesinato de Cobos relatando al Tribunal aquel período.

Desaparición de Pedro Valentín Ledesma

Como decíamos, en el mismo operativo que asesinan a Raúl Cobos, las fuerzas represivas secuestraron a Pedro Valentín Ledesma, Juan Cruz Sarmiento y Andrónico Tomás Agüero.

Desde que los detuvieron en la calle, frente a la casa de Agüero, sólo Sarmiento y Ledesma permanecieron juntos en cautiverio algún tiempo (tal vez horas). Pedro Valentín, continúa desaparecido, a pesar de la incansable búsqueda de su padre Segundo, su madre Dominga, y sus hermanos Guillermina y Francisco. El 11 de noviembre del 2017, recibimos la triste noticia de la partida de Dominga. Su dulzura quedará grabada en la memoria de quienes la conocimos, así como el compromiso de continuar trabajando para conocer el destino final de su amado Pedro.

Los tres, es decir, Ledesma, Cobos, Sarmiento y Agüero, se conocían. Incluso los hijos de Agüero recordaron ante el Tribunal haberlos visto, haber oído sus nombres y por supuesto, recuerdan el horror vivido aquella noche del 20 de setiembre en la puerta de su casa.

Sabemos que Pedro fue brutalmente torturado porque así lo testimonia Juan Cruz Sarmiento. Sabemos que hasta el 21 a la noche estaba vivo porque fue entregado a su padre Segundo, por el propio sub jefe de policía Carlos Esteban Pla en la Comisaría Cuarta del barrio Rawson. Sabemos que esa noche la misma persona que le otorgó la libertad (Carlos Esteban Pla) lo secuestró a pocas cuadras de la Comisaría. Lo sabemos porque su padre Segundo reconoció a Pla y a Becerra con detalles precisos y certeros.

Pedro Valentín era un joven de 21 años, sensible, responsable y comprometido. Estudiaba Pedagogía en la UNSL, trabajaba en la escuela rural de la localidad “El Recodo”, formaba parte del grupo de teatro de la Provincia, actividad que en ocasiones compartía con su hermana Guillermina que ayudaba con el vestuario.

Aquel 21 de setiembre iba a ser la primera vez que Guillermina participara del tradicional camping de los estudiantes en El Trapiche, y había conseguido permiso de su padre, sólo porque iría en compañía de su hermano Pedro. Esto no pudo concretarse porque a Pedro lo secuestró la Policía de la provincia esa madrugada y nunca más se tuvieron noticias de él.

En tanto, Andrónico Tomás Agüero y Juan Cruz Sarmiento, estuvieron detenidos ilegalmente algunos días y luego fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y padecieron las cárceles de la dictadura en Sierra Chica y La Plata. Agüero falleció hace 15 años. Sarmiento vive y fue una de las víctimas que integró la segunda causa por delitos de lesa humanidad.

El secuestro y desaparición de Santana Alcaraz

El 22 de setiembre se produjo el secuestro y posterior desaparición del estudiante Santana Alcaraz, al que personas de civil y lentes oscuros, secuestraron de la clase de Físico-matemática, que dictaba el profesor Eduardo Witerman Barroso, en las aulas ubicadas sobre calle Chacabuco de la Universidad Nacional de San Luis.

 

Santana era oriundo de La Toma, había dejado su pueblo para poder realizar los estudios universitarios en San Luis, donde formó parte del Centro de Estudiantes.

Cuando se llevó a cabo la inspección ocular en el marco del debate oral del primer juicio, mientras como público recorríamos las calles de La Toma, lugareños se acercaban intrigados a reconocer los rostros de aquellos que fueron sus vecinos en las pancartas que levantábamos. En una oportunidad, unos señores se acercaron a contar cómo Santana cada fin de semana llegaba a La Toma, cargaba un canasto con verduras en su bicicleta y las vendía. “Con eso se mantenía en San Luis para estudiar”, nos decían. Una vecina de la pensión donde se hospedaba Santana en San Luis, nos comentó alguna vez que siempre lo recuerda porque era un joven muy amable a quien sólo conocía a través del saludo que aquel le regalaba a esta señora mientras barría la vereda de su casa.

Poco más pudo averiguarse sobre el destino final de Santana Alcaraz durante el 2° juicio por delitos de lesa humanidad. Este hecho había sido investigado ya durante el primer debate oral. Si bien existen algunas conexiones no hay precisiones que demuestren que uno de los dos cuerpos calcinados encontrados en la localidad de San Luis, Las Salinas del Bebedero, pertenezca a Santana. Sí en cambio pudo identificarse el otro cuerpo como perteneciente a Graciela Fiochetti, secuestrada durante la madrugada del 21 de setiembre de 1976 en La Toma.

La declaración testimonial del agente de inteligencia de la policía de San Luis, Jorge Hugo Velázquez (fallecido), ofrecida poco después del advenimiento de la democracia, es el único instrumento de prueba que permitiría asegurar que el cadáver masculino calcinado pertenece a Santana. Luego, el testimonio de la sobreviviente Mirtha Rosales, agrega que el hermano de Domingo Chacón, también víctima de la dictadura, le mostró un trozo de una prenda de vestir que tomó de la morgue del Policlínico regional y que ella identifica como perteneciente a Santana. Lo cierto es que hasta el momento, de los cadáveres que fueron enterrados como NN en el cementerio del oeste de esta Ciudad, sólo pudo hallarse e identificarse el de Fiochetti.

Las ejecuciones de Fiochetti y Alcaráz en Salinas del Bebedero

 Desde sus lugares de cautiverio Graciela Fiochetti y Santana Alcaraz, fueron “trasladados” a Salinas del Bebedero, donde fueron asesinados vilmente por disparos de armas de fuego, efectuados –al menos- por el capitán Carlos Esteban Pla y enterrados en las lagunas del Bebedero, según consta en la declaración del agente Jorge Hugo Velázquez. Además, da cuenta de su participación y la del sub comisario Becerra (fallecido), el oficial principal Juan Carlos Pérez (condenado en ambos procesos judiciales) y el oficial principal Chavero (fallecido).

El hecho fue descubierto gracias a la intervención de Carlos Paez, empleado de la Compañía Introductora Buenos Aires (C.I.B.A.), que le dijo al agente Juan Beltrán Luis Baigorrí, encargado del Destacamento Policial de Salinas del Bebedero, haber visto dos automóviles marca Torino, uno rojo y uno blanco, alrededor de las 3:40 horas de la madrugada del día 23 de septiembre de 1976 y regresar alrededor de las 5:30 horas.

El día 23 de setiembre de 1976 fueron trasladados los cuerpos hasta la Morgue del Policlínico Regional, donde el médico Ernesto Moreno Recalde (condenado en la segunda causa) realizó la autopsia del cadáver masculino y como debía viajar, encargó la del cadáver femenino al médico Moyano (fallecido).

Las irregularidades de las autopsias, lo ocurrido luego con estos dos cuerpos, así como la disponibilidad de la Morgue del Hospital Público provincial, dan cuenta que las fuerzas represivas actuaban en combinación y connivencia absoluta, cubriéndose las espaldas unos a otros. Sólo basta mencionar que la Morgue fue vaciada de personal y puesta a entera disposición para que los hombres de la muerte volvieran a secuestrar, ahora a los cadáveres, para ser enterrados como NN en el cementerio municipal.

La valentía de algunas personas que eligen contar lo que vieron o vivieron permitió a la familia de Graciela Fiochetti, recuperar su cuerpo diez años después de ser identificado en el cementerio municipal. No ocurrió lo mismo con Santana Alcaráz.

Para continuar con las conexiones del aparato represivo implementado en San Luis, es oportuno mencionar que el Dr. Andrés García Calderón, mencionado en párrafos anteriores como firmante de las resoluciones rectorales de la UNSL que habilitaban las cesantías de docentes, estudiantes y no docentes, era el Director del Policlínico Regional San Luis mientras estuvieron alojados allí los cadáveres hallados en Salinas del Bebedero. Este personaje fue condenado a 3 años de prisión, por el delito de encubrimiento, en el 2° juicio por delitos de lesa humanidad y hoy goza de libertad.

El secuestro y desaparición de Mauricio Amílcar López

Con el criterio de relatar los hechos de manera cronológica, la desaparición del docente y primer rector de la Universidad Nacional de San Luis, cierra las páginas de este informe periodístico.

Así como en 1973 San Luis lo convirtió en rector de una universidad pública por primera vez, fue también desde donde se aportó el primer dato sobre su cautiverio.

Desaparecido por la última dictadura militar, Mauricio Amílcar López se convirtió para la UNSL en el icono de la promoción y vigencia de los Derechos Humanos. Me atrevo a poner en duda que el motivo sólo sea su condición de desaparecido. Sus actos cotidianos, que pueden rastrearse en testimonios, entrevistas, notas periodísticas o escritos académicos, dan cuenta de la unidad entre el hacer y el decir sin incoherencias. Y esto es justamente lo que lo mantiene inalterable para todos los que transitamos por la UNSL.

También, hay que decirlo, Mauricio significó una molestia para muchos. Es que una personalidad coherente y profundamente humana -como la describen con vehemencia quienes lo conocieron- provoca molestias visibles en las pugnas de memorias que circulan aún hoy por la UNSL, provoca silencios de una verdad que inevitablemente llegará, y a contramano provoca fuerzas para continuar con su búsqueda, para conocer su destino final, para sostener el proyecto que diseñó de una universidad “deliberativa”, “participante” y “comprometida”.

En enero de 2018 (hace pocos meses) se cumplieron 41 años del secuestro y posterior desaparición de Mauricio Amílcar López. Ocurrió en Mendoza, en su casa materna, la madrugada del 1° de enero de 1977. La noche anterior, escasas horas antes del secuestro, estuvo en casa de su hermano Carlos celebrando el Año Nuevo en familia. Mientras dormía en la vivienda que compartía con su madre y hermanos, los nueve captores encapuchados se lo llevaron.

Al tratarse del primer rector de la Universidad Nacional de San Luis, se conocen más datos sobre la vida personal, obra intelectual, desempeño como Rector, docente, amigo, colega. Incluso conocemos que a partir del primer día del año 1977 personalidades nacionales e internacionales exigieron a la Junta Militar que diera información sobre el destino de López.

Existe también frondosa literatura (pero siempre necesaria) sobre su vida y las actividades que realizó en nuestra Provincia, en Mendoza, en el país y en varios países del exterior, al que hay que destacar trabajos de tesis de grado y posgrado entre las que destacamos la Tesis de posgrado de la Dra. Sonia Riveros e investigaciones que se vienen realizando en el Programa de Historia y Memoria de la UNSL.

Sin pretensión biográfica mencionaremos que el 26 de abril cumpliría 99 años, que fue profesor de enseñanza media, normal y superior, que en 1946 había egresado de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo donde participó en las cátedras de Sicología y Lógica, Filosofía, Pedagogía y Letras. En 1949 logró reunir en Mendoza a renombrados intelectuales a nivel mundial, como organizador del 1° Congreso de Filosofía. Además, gestó entidades ecuménicas como el Instituto para Liberación y Promoción del Hombre que luego se transformó en la Fundación Ecuménica de Cuyo en Mendoza; en Buenos Aires, Acción Popular Ecuménica; y en Bolivia, Iglesia y sociedad en América Latina. También fue el secretario en representación de América Latina de la Federación Universal de Movimientos Estudiantiles Cristianos (FUMEC), secretario adjunto del Departamento de Iglesias y Sociedad del Consejo Mundial de Iglesias, lo que lo llevó a radicarse en Ginebra durante los años 1963-1968 y en París entre 1968 y 1969.

Desde el año 1993 la UNSL, cada 10 de diciembre, Día Internacional de la Declaración de los Derechos Humanos, otorga un Premio que lleva su nombre, para reconocer a personas o instituciones que se destacan por su trayectoria en la defensa y promoción de los Derechos Humanos. También el auditorio del Centro Cultural lleva su nombre y al ingresar a la institución, luego de subir las escalinatas desde calle Ejército de los Andes, su rostro inmortalizado en una escultura en piedra es la primera imagen que nos recibe.

Mauricio López llegó a San Luis para trabajar como docente en la por entonces Escuela de Pedagogía y Psicología, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCU), en la cátedra Introducción a la Filosofía.

El 26 de junio de 1973, el decreto 348 lo nombra Delegado Organizador de la UNSL.

En 1976, inmediatamente ocurrido el golpe de Estado e instalada la intervención golpista en la UNSL, la resolución 213/76 declara su cesantía por aplicación de la Ley de Prescindibilidad (22172). Al pie de la resolución están las firmas del vice comodoro Rodolfo Fernández, rector interventor y el médico Andrés García Calderón, secretario de la intervención. El mismo personaje que ocupó la Dirección del Policlínico de San Luis, cuando se les practicaron allí las autopsias a los cadáveres calcinados hallados en Salinas del Bebedero, enterrados como NN en un cementerio de la Ciudad y también cuando falleció en el quirófano de ese hospital Raúl Sebastián Cobos, luego de un fraguado enfrentamiento con las fuerzas policiales y militares en la vía pública.

Mauricio quedó así fuera de la UNSL. Durante un mes cumplió arresto domiciliario en el domicilio de unos amigos, el matrimonio Vera Arenas–San Juan, donde vivió todo el tiempo que estuvo en San Luis. Luego, partió a su casa en la ciudad de Mendoza.

En San Luis se conoció el último destino de López

La denuncia persistente de violaciones a los derechos humanos y la reconstrucción de los hechos ocurridos durante el terrorismo de Estado generaron profundos lazos entre San Luis y Mendoza. Entre la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos delegación San Luis y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos de Mendoza. Mauricio Amílcar López sin dudas fue el generador de este vínculo. También lo fueron, sin saberlo claro, Rosario Aníbal Torres, Ángel Arturo Avellaneda, Lubino Amodey, Domingo Britos y Francisco Urondo, cuyas desapariciones y asesinato ocurrieron entre ambos territorios, y la búsqueda de verdad y justicia, los (nos) unió indefectiblemente. También los exiliados chilenos que llegaron a San Luis, a través de la Asociación Ecuménica, huyendo del terrorismo pinochetista en el ’73.

En este pedacito de historia daremos un espacio o un permiso especial a dos términos discutidos, cuestionados, menospreciados como lo son destino y casualidad pero que en este caso surgen oportunos.

Para quienes hemos compartido largos años en el seno de la APDH San Luis sabemos que siempre, fuese cual fuese el motivo de encuentro o reunión, el tema prioritario, tan ineludible como motivador, era conocer el destino de nuestros desaparecidos y lograr juicio y castigo para los responsables de los delitos de lesa humanidad ocurridos en la Provincia.

Decíamos de la casualidad…  porque de alguna manera fue así como durante una charla entre los integrantes de la Asamblea, Lilian Videla y Norberto Foresti, surgió el tema de la inquietud que vivían las compañeras del MEDH Mendoza, Elba Morales y Pocha Camín, respecto de lograr llevar a juicio la desaparición de Mauricio López.

Preparar una causa judicial por delitos de lesa humanidad no es fácil, aunque a muchos nos parezca que todo lo ocurrido es tan evidente y que los responsables son indiscutiblemente culpables.

Desde Mendoza decían que faltaban elementos, datos, testigos. Desde San Luis, en esa charla tan cotidiana, Foresti le recordó a Lilian que él recibió –varios años atrás- el relato de un ex preso político a quien conoció posiblemente de casualidad en el Banco Provincia donde trabajaba y porque desde el año 1993 éste era cliente de su estudio jurídico. Descontaba que el relato recibido –entre 1993 y el 2000 que daba precisiones sobre el cautiverio compartido entre este trabajador bancario y Mauricio Amílcar López- había llegado al MEDH.

De inmediato el engranaje del equipo San Luis-Mendoza, se puso en marcha una vez más.

Así, Horacio Ferraris, el trabajador bancario y ex preso de la dictadura, fue el inicio de un camino que aún se recorre: conocer el destino final de Mauricio López.

Su testimonio como sobreviviente de la última dictadura permitió que en el año 2002 se conociera que compartió cautiverio con Mauricio López durante los meses de julio y agosto de 1977 en un lugar de Mendoza.

Ese lugar, es Campo Las Lajas, localizado por el MEDH en el año 2004 a partir de los testimonios de Horacio Ferraris, de otro sobreviviente Emilio Luque Bracchi, una persona que había formado parte de la Fuerza Aérea, testimonios anónimos, y el encomiable trabajo de la apoderada del MEDH, Elba Morales: “la mujer que descifró y reveló el funcionamiento del terrorismo de Estado en Mendoza”, como certeramente la definieron sus compañeras y compañeros del MEDH en el comunicado que informaba la dolorosa noticia del fallecimiento de Elba el 6 de marzo de 2017.

Entre los registros -recopilados por años- de las conversaciones o e-mails con Elba Morales, sobre su trabajo en la reconstrucción de los hechos cometidos durante el Terrorismo de Estado en Mendoza, recupero la metáfora que siempre empleaba para explicar esta enorme tarea a la que dedicó su vida “otra pieza del rompecabezas”. Pieza por pieza logró darle forma al circuito de la muerte que implementó la dictadura en el territorio mendocino.

La megacausa Campo Las Lajas comenzó en Mendoza el 27 de octubre de 2016. Reúne 12 causas de 86 víctimas que pasaron por diferentes centros clandestinos de detención en esa Provincia. Entre ellas, la desaparición de Mauricio López.

El 1° de febrero de 2018 se efectuó la primera inspección ocular al predio perteneciente a la Fuerza Aérea, Campo Las Lajas, ubicado al oeste del departamento Las Heras (Mendoza), que funcionó como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) durante poco más de un año en la última dictadura militar y que actualmente se encuentra intervenido por la justicia Federal.

El testigo esencial 

Horacio Ferraris vivía en Córdoba donde militaba en la Juventud Peronista. Llegó a San Luis unos meses antes de su secuestro efectuado por personas de civil a dos cuadras de su domicilio, en la esquina de General Paz y Pedernera, el 24 de junio de 1977.

Con las manos y pies atados, los ojos vendados y una capucha en la cabeza, Horacio fue introducido en el piso de atrás de un vehículo que condujo sin interrupciones durante lo que calcula fueron 3 o 4 horas. Cuando el vehículo se detuvo, lo sometieron a varios días de tortura con golpes y picana eléctrica.

Luego de la sesión de tortura lo depositaron desnudo, engrillado y vendado sobre un suelo de tierra. Con el paso de los días podría ir descubriendo el panorama a través del vendaje. Se encontraba “en una carpa grande donde inclusive cabía un vehículo porque en ocasiones estacionaban un auto ahí adentro”, relata Horacio.

Los mismos detalles ofreció al tribunal que investiga la causa Campo Las Lajas, el sexto juicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en la provincia de Mendoza, donde declaró el 8 de febrero de 2018. Lo hizo desde el tribunal oral federal de San Luis, a través de una video conferencia, acompañado por la presidenta de la APDH San Luis, Lilian Videla.

Los días que permaneció en esa carpa estuvo al cuidado de otros prisioneros que cumplían tareas de servidumbre: limpiar, cocinar y servir café a los militares. Nos dice Horacio que ellos (eran tres) lo llevaban al baño “me daban de comer, no estaban conmigo en la carpa. Cuando llegaban sólo me decían “Hola” porque tenían al milico al lado, estaban custodiados”.

Al poco tiempo lo trasladaron, dentro del mismo predio, a una casilla de pequeñas dimensiones hecha con chapa de zinc que tenía dos habitaciones. En una dos prisioneros y en la otra uno. Allí depositaron a Horacio en el suelo de tierra. Los demás tenían camas, recuerda.

“Comenzamos una comunicación muy suavecita, sin levantar la voz porque ahí nomás nos hacían callar o se quedaban para que no habláramos. Le conté que me habían detenido en San Luis y él me manifiesta que también había estado en San Luis y que había sido rector de la Universidad. No se hablaba de política”, rememora Horacio cuando ya han pasado 41 años de aquel encuentro con su compañero de cautiverio y agrega que al recuperar la libertad y enterarse “quién era Mauricio Amílcar López fue un golpe muy grande, por eso no tengo ningún reparo de declarar para colaborar, que realmente se conozca todo lo que sucedió, que haya un fin para esta historia, cerrar los caminos que estaban todos bifurcados y ahora sabemos que se va a llegar a la verdad”, asegura.

Cuenta además que Mauricio dormía en una cama, que sus charlas en general estaban relacionadas al poeta Antonio Esteban Agüero, que le habló sobre la Universidad, que no había libros ni lo vio escribir, que no le relató los detalles de su secuestro, que mientras estuvo ahí ninguno de los tres compañeros de cautiverio sufrieron torturas, aunque se detiene para aclarar que “una persona que está ahí adentro, en las condiciones que estaban, sin vendas, sabe cuál va a ser el final. En algún momento lo manifestaron, sabían lo que les podía ocurrir. Sabían que ellos no iban a terminar bien”.

Un día, sin más, los captores buscaron a Horacio y junto a otro joven también prisionero allí, los trasladaron en el baúl de un vehículo y luego en una avioneta con destino a La Perla (CCD de Córdoba). Al joven no volvió a verlo. Horacio fue trasladado a La Rivera y por último a la penitenciaría del barrio San Martín donde fue liberado en 1978.

Mauricio quedó en Las Lajas. “Estaba bastante entero inclusive lo noté muy solidario, estar dispuesto a charlar para darte ánimo, dentro de todo lo que se podía te daba una mano. Tenía esa bondad que no la tenía cualquier, se diferenciaba de los otros detenidos; inclusive bondadoso con los milicos, con los custodios, les servía no de mala forma sino brindándose a la persona aun sabiendo lo que eran esas personas, no manifestaba odio, tampoco se quejaba”, dice Horacio.

Rescatar el testimonio de Horacio Ferraris, víctima sobreviviente del terrorismo de Estado, para contar que desde la misma tierra que lo convirtió en primer rector de nuestra Universidad, que disfrutó de su práctica como docente, como amigo, como compañero, surgió el único testimonio sobre Mauricio López después del secuestro aquel 1° de enero de 1977, nos compromete a continuar el camino por memoria, verdad y justicia para un hombre que hasta en la peor de las experiencias fue extremadamente humano.

 

Este artículo condensado pero sentido es en primer lugar un homenaje para los que ya no están entre nosotros. Para los que el terrorismo de Estado nos arrancó. También para las generaciones que vendrán. Con la esperanza que sirva para que cada consulta los acerque a la verdad. En ese sentido el Programa de Historia y Memoria de la UNSL y su Archivo Histórico y Documental resulta espacios que apuestan a la preservación, resguardo y difusión de la historia de nuestra universidad.

No los mataron porque sí.

No los desaparecieron porque sí.

No los cesantearon porque sí.

No los privaron ilegítimamente de la libertad, torturaron ni violaron porque sí.

Lo hicieron porque formaban parte de un Estado asesino. Y lo refuerzan hasta hoy con el silencio cobarde y vil, al callar el destino de los desaparecidos.

Lo hicieron porque las víctimas -que serán siempre héroes de la resistencia- en cada acción de sus vidas buscaban un país más justo, buscaban una justicia justa para todos por igual, buscaban reconceptualizar, desde sus conocimientos científicos, el trabajo social.

 

 

San Luis, marzo de 2018

 

Por Belén Dávila

(PHyMUNSL)